lunes, 27 de diciembre de 2010

Iniciándote al placer (lección 4)

El orgasmo femenino


El sexo es, para algunos, puro placer y, para otros, la máxima expresión del amor. Más allá de sus fines reproductivos, que no todo el mundo persigue, el sexo es divertido y placentero, sobre todo en su punto álgido, el orgasmo. Sin embargo, poco sabemos aún del inglés 'the big O' o la francesa 'petite mort'. El orgasmo es aún un misterio en muchos sentidos para la ciencia. Sólo en las últimas décadas se han iniciado estudios serios encaminados a discernir su funcionamiento, sus porqués, su origen y sus alteraciones, que afectan a un porcentaje de la población mucho más alto del que cabría esperar.

El 'sexismo científico', que ha llevado a que sepamos más sobre el cuerpo y las enfermedades en el hombre, también se manifiesta en el campo de la sexología, en parte alimentado por la aparente complejidad de la fisiología del orgasmo femenino, por no hablar de los tabúes. El clímax masculino tiene su razón de ser, y es meramente funcional. Los hombres tienen orgasmos porque de ellos depende su éxito reproductivo. Es una adaptación evolutiva, según ha podido explicar la ciencia.

Pero, ¿qué ocurre con las mujeres? El debate está abierto y de momento no tiene un claro vencedor, aunque hay teorías mejor argumentadas que otras. En general, todas se reparten entre dos posturas: que el orgasmo es, igual que en el hombre, un mecanismo para aumentar las opciones reproductivas o, por el contrario, que es un accidente de la evolución sin ningún objetivo biológico; puro placer.

La explicación adaptativa, defendida por John Alcock, profesor de biología de la Universidad Estatal de Arizona (EEUU), sostiene que todos los fenómenos fisiológicos y mecánicos que rodean el clímax femenino hacen más probable un embarazo. Este enfoque tiene su mejor baza en una hormona, la oxitocina, que, entre otras muchas funciones, hace que el útero se contraiga antes y después del orgasmo. La hipótesis es que estos movimientos rítmicos facilitan la entrada del semen en el útero.

Ahora bien, millones de mujeres se han quedado embarazadas sin alcanzar el clímax, estadística que quita lustre a esta teoría. Esa es la opinión de la filósofa estadounidense Elisabeth Lloyd, autora de un artículo de gran repercusión científica titulado 'El caso del orgasmo femenino'. Para Lloyd, la ausencia de evidencias que relacionen el éxtasis de la mujer con algún aspecto de la fertilidad o el éxito reproductivo indica que éste existe por accidente, debido a la evolución común de los genitales en las primeras semanas del desarrollo embrionario.

El clítoris es el órgano sexual femenino por excelencia. En él confluyen 8.000 terminaciones nerviosas de tres procedencias distintas (pélvica, pudenda e hipogástrica). Este 'botón de placer' tiene el mismo origen embrionario que el pene masculino y es una fuente de satisfacción sexual primaria -más del 90% de las mujeres necesita de la estimulación clitoridiana para alcanzar el orgasmo-, aunque no la única. El famoso punto G, situado a tres o cinco centímetros de la entrada de la vagina, según su descubridor, el sexólogo alemán Ernst Grafenberg, sería otro centro placentero, aunque su existencia se ha puesto en duda en incontables ocasiones. Cada mujer, en definitiva, es un mundo.

Partan de donde partan, los estímulos viajan desde la región genital y se transforman en una experiencia sensorial de placer máximo que se manifiesta de las formas más extravagantes.
Algunas pierden momentáneamente la consciencia, lloran y ríen, el corazón duplica sus latidos, las pupilas se dilatan y toda la tensión acumulada explota. La autopista que recorren los impulsos es la médula espinal. Pero, ¿siempre? Esa es la ruta común pero no la única. Experimentos realizados con mujeres que sufrían diferentes grados de lesión medular han demostrado que son capaces de experimentar un orgasmo y lo hacen, además, mediante la estimulación de sus genitales, aunque no tengan sensibilidad en ellos.

Barry Komisaruk, especialista en psicobiología, relata en su libro 'La ciencia del orgasmo', publicado por la Universidad Johns Hopkins (EEUU), cómo el placer sexual es posible para estas mujeres gracias a una ruta alternativa que trasporta las señales: el sistema vagal, que se salta la médula espinal, y llega directamente al cerebro.

Todas estas vías no son necesarias, se puede prescindir de la sensibilidad genital. Es posible experimentar un orgasmo por el simple hecho de pensar porque el centro del control está en el cerebro. Aquí las diferencias entre hombres y mujeres se difuminan tal y como muestran los estudios de imagen realizados. Gracias a ellos podemos otear en el horizonte de algunas parafilias. Durante el clímax sexual se activa el centro de la recompensa (el núcleo acumbens), que media las adicciones. También se activan la ínsula y el córtex cingular, áreas que intervienen en la respuesta al dolor -por eso lo soportamos mucho mejor en esos momentos de éxtasis-. Casi todo lo demás, incluida una zona del córtex prefrontal relacionada con trastornos de hipersexualidad, se silencia.

Es el 'apagón cerebral'. Un feliz accidente o la obra maestra de la evolución. Poco importa. Una experiencia sexual placentera no tiene por qué pasar por un orgasmo, pero mejora; y la ciencia cada vez está más capacitada para solucionar los problemas de aquellos (muchos) que sufren disfunciones sexuales. La democracia llegó a la cama cuando la mujer se sintió libre para disfrutar, ahora entramos en la etapa del Estado de bienestar.

Cristina de Martos
Extraído de la web www.educacionsexual.com.ar 
 

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